Qué se pretende del fútbol infantil
Los pequeños profesionales del fútbol
Que aprendan, que jueguen, que se diviertan, que compitan, que… Muchos pueden ser los objetivos del fútbol infantil. La pregunta central que deberían hacerse los responsables de la enseñanza es a qué costo. Poco se piensa en el chico; mucho, en el negocio.
Los pequeños profesionales del fútbol
Que aprendan, que jueguen, que se diviertan, que compitan, que… Muchos pueden ser los objetivos del fútbol infantil. La pregunta central que deberían hacerse los responsables de la enseñanza es a qué costo. Poco se piensa en el chico; mucho, en el negocio.
Lo que sucede en las categorías mayores de la AFA, repercute considerablemente en las categorías en las que participan los que recién están dando sus primeras gambetas en este deporte. Sería como la teoría del derrame, aunque lamentablemente lo que se derrama no es otra cosa que lo peor de él: los ambiciosos que corren detrás del vil metal.
En el fútbol infantil participan chicos de 6 años a 12 años, es decir, son niños que están en pleno desarrollo tanto físico como psicológico. Es la famosa “edad de oro”, en la que lo que el chico aprende lo marcará por el resto de su vida.
En la actualidad, muchos chicos cobran por jugar. Esta plata que se les entrega se “dibuja” como un viático. Si sólo ayudase para que el chico pueda llegar hasta el lugar de entrenamiento porque la economía familiar no lo puede solventar, está justificado; pero los dirigentes-empresarios les piden algo a cambio: que ganen.
¿Qué ejemplo dan los mayores a los chicos cuando sólo les exigen ganar? Gran parte de la responsabilidad la tienen los padres que, sumergidos en este lodo de dinero, no piensan en su hijo y, con el fin de recaudar plata, los hacen jugar varios partidos en el fin de semana.
¿Acaso no piensan en el chico? Deberían sentarse a reflexionar lo que están haciendo, que no es otra cosa que arruinarle la infancia al pequeño y probablemente también su futuro. La exigencia física y psicológica a la que los someten, al corto plazo, genera un efecto adverso. Piensan que su “crack” está para jugar en Primera cuando hace unos meses terminó de gatear.
El camino a seguir parece ser el más largo, pero a su vez es el más corto: al chico hay que dejarlo que se divierta con la pelota, que vaya aprendiendo las cosas acordes a su edad y luego sí, con trabajo, disciplina y conducta, llegará a cumplir su objetivo, que no siempre es jugar en Primera.
¿Hacia dónde se quiere ir? ¿Qué se pretende de ellos? Muchos dirigentes, que son los que deberían frenar esta barrabasada, hacen vista gorda y prefieren no ver la problemática.
Imágenes tristes, como por ejemplo la de padres y madres colgados del alambrado e increpando al árbitro, se ven en casi todos los partidos. Al parecer, los entrenadores deben tener una doble tarea: educar a los niños y también a sus padres. ¿Será ésta una de las soluciones? A primera impresión podría ser, pero desde el momento en que empezó a circular dinero en todo este mundillo, la problemática se agudizó y parece no haber vuelta atrás.
El panorama es desolador y el futuro poco venturoso. Será difícil revertir esta triste realidad. Llegó la hora de parar la pelota, observar el terreno de juego y pensar la jugada, porque en definitiva los únicos perjudicados son ellos, los pequeños profesionales del fútbol.
Leonardo Mazza
Periodista
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