lunes, 2 de noviembre de 2009

TORNEO ARGENTINO / TRINIDAD

Licenciado. La dirigencia de Trinidad le dio hoy y mañana libre a Lavorante para que esté en Mendoza con su hija Azul. "Lo mejor era jugar", contó el uno que el sábado perdió a su hija Ambar, de sólo tres años.




Corazón de León
Recibió la ovación de los hinchas de Trinidad apenas pisó la cancha.


Un trapo en la popular local le daba todavía más fuerzas, en seguramente el momento más duro de sus 39 años de vida. Se le corrieron las lágrimas cuando transcurrió el minuto de silencio. Andrés Lavorante tuvo un partido especial. Más allá del clásico ante Alianza, el uno de Trinidad vivió los 90' más especiales de su carrera. Es que el sábado pasado Lavorante perdió a una de sus dos hijas. Ambar, de sólo tres años, falleció tras dos años de sufrir con una enfermedad genética terminal que llegó a su final hace dos días. El Oso viajó a Mendoza, junto con dirigentes del club, para despedir los restos de su hija menor. La mayor es Azul, de cinco años, quien por suerte goza de buena salud. Y apenas regresó ayer a San Juan decidió comunicarle al técnico Juan Pagés que quería jugar. Y tras el partido habló de su decisión.



"Jugué porque era lo mejor que me hacía sentir. Mi nena atravesaba una enfermedad muy cruel desde hace dos años y por eso estábamos esperando el desenlace que se dio. Estaba sufriendo mucho y no se lo merecía", reveló el arquero con una entereza increíble y agregó "me sentí muy acompañado en este momento por mis compañeros y especialmente por el técnico Juan Pagés y el presidente Alberto Platero. ¿Qué sensaciones tengo? Estoy tranquilo. Ahora sólo quiero ir a Mendoza para estar con Azul y explicarle un poco mejor lo que pasó con su hermana. La vida sigue y por eso debo luchar por ella que es lo más importante que me queda". Le dicen el Oso, pero quedó claro que Lavorante tiene un corazón de León.



DIARIO DE CUYO

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